La sociedad en su carácter dinámico día a día exige innovaciones en distintos ámbitos (social, familiar, educativo, político…); el presente escrito se centrará en la transformación de la escuela mexicana y los nuevos retos que actualmente debe enfrentar, así como en el replanteamiento del rol docente que a su vez lleva consigo.
Pero, ¿Qué es lo que se debe enseñarse en la escuela del siglo XXI?, como lo mencionaba Edgar Morin (1999), desde luego que no un conjunto de asignaturas sino saberes que ayudan a construir una mejor sociedad, el reto es educar para la vida, enseñar al hombre ha adaptarse en este mundo cambiante pero también ha adecuar el mundo a sus expectaciones.
El hombre debe aprender a trasformar la humanidad a través de la búsqueda de la verdad y de un actuar justo, la nueva tarea educativa es enseñar a enfrentar la incertidumbre, se propone una enseñanza basada en la comprensión entre personas, en la superación del individualismo donde coexista la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.
En esta transformación el profesor juega un nuevo papel, se le reconoce como un sujeto con una multiplicidad de tareas: investigador, pedagogo, psicólogo, líder, gestor del cambio…, se exige un rol docente que si bien es cierto es más complejo también resulta más interesante, más desafiante pues el educador del futuro tiene que ser competente, innovador, propositivo, capaz de romper con las rutinas y tradiciones de la escuela antigua, capaz de cuestionarse a sí mismo y establecer un equilibrio entre lo permanente y lo cambiante del mundo actual.
La nueva tarea de la escuela mexicana es forjar un mundo mejor cuya base sea la justicia, autonomía, la solidaridad y el papel del profesor es el líder de ese proceso de cambio.
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